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En Argentina se reportan unos 400 casos de síndrome urémico hemolítico por año

El síndrome urémico hemolítico (SUH) cobra notoriedad cada vez que se encuentran muestras de Escherichia coli en alimentos o cuando se enferma el hijo de un famoso, pero lo concreto es que en Argentina hay 400 nuevos casos por año y entre 3 y 5% de ellos deriva en la muerte del paciente.

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Argentina es el país del mundo con mayor incidencia de SUH. “Brasil o Chile, por ejemplo, tienen menos de diez casos por año”, indica Cristina Ibarra, doctora en bioquímica e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

“Esto es así y es histórico. Cuando el Dr. Carlos Gianantonio describió la enfermedad, hace 40 o 50 años, Argentina registraba la mitad de todos los casos del mundo”, explica el Dr. Jaime Lazovski, secretario de Promoción y Programas Sanitarios del Ministerio de Salud de la Nación. No todas las cepas de E. coli causan SUH, y sólo 10% de los pacientes portadores de esa cepa desarrollan la enfermedad. El resto experimenta una leve diarrea o incluso puede tenerla de manera asintomática.

¿Cómo ingresa Escherichia coli al organismo?

La respuesta es múltiple, pero la forma más común es a través de la carne mal cocida, ya que la bacteria se encuentra de manera natural en el intestino del ganado bovino. En las vacas es inocua, pero no sucede lo mismo con los humanos. Para que pase a las personas se requiere una incorrecta manipulación de los alimentos, lo que puede suceder de varias formas, principalmente durante la faena de la vaca. “La carne en sí misma no está en contacto con las bacterias del intestino, por eso la contaminación ocurre durante la faena si se realiza en condiciones inadecuadas”, señala Lazovski.

Cuando se trata de la carne, hay una solución: la bacteria no sobrevive al calor: muere si se la cocina a más de 70°C. Es más complejo cuando se trata de alimentos crudos o que requieren frío. En los lácteos, la pasteurización es un tratamiento bactericida y su eficacia está garantizada por la cadena de frío, pero cuando esta se rompe, cualquier bacteria puede atacar el producto. También se da la contaminación cruzada al manipular carne cruda y sobre la misma tabla o mesa cortar vegetales de una ensalada o cualquier otro alimento.

Ibarra señala que la clave para disminuir la cantidad de casos es “atacar el reservorio, o sea el intestino del ganado bovino y eso requiere controles; en el exterior no compran carne argentina si no está libre de la bacteria, en cambio para el mercado interno no hay controles. Para eso se necesita una política pública y también el compromiso de los propietarios del ganado, porque como la bacteria no le genera problemas a la vaca, ellos no están preocupados por erradicarlo”.

Lazovski no está de acuerdo en que haya falta de inspección en el mercado interno. Sin embargo, reconoce que en algunos casos específicos es difícil implementarlos. “La posibilidad de obtener muestras se da en los grandes frigoríficos. Es imposible recorrer cada granja, finca y estancia del país para controlar las faenas artesanales o domiciliarias”, aclara.

Una vez que la bacteria generó el SUH “hay que rezar porque no hay ningún tratamiento disponible”, asegura Ibarra. La bacteria produce una toxina, llamada Shiga, que daña los órganos, sobre todo el riñón, y si progresa y llega al corazón o al cerebro, las probabilidades de sobrevivir se reducen drásticamente. Antes se creía que sólo afectaba a menores de 5 años, pero cada vez es más frecuente en niños mayores. Se da más en primavera y verano, aunque también hay casos en otoño e invierno.

Ibarra trabaja en varios frentes. “En China intentamos desarrollar una vacuna para el ganado. También experimentamos y le pusimos a vacas gestantes los antígenos de la bacteria y generaron anticuerpos que luego se trasladaron al calostro. Estamos en tratativas con una empresa para enriquecer la leche con esos anticuerpos y así proteger al niño”.

También hay esperanzas en un tratamiento que está en fase experimental. Se trata de un desarrollo de Marina Palermo, investigadora del CONICET y miembro de la Academia Nacional de Medicina, que consiste en un anticuerpo que captura la toxina y evita que llegue a los órganos. Así, el país con mayor cantidad de casos en el mundo también puede ser el que encuentre una cura capaz de salvar a niños de todo el planeta.

Fuente: Reporte Epidemiológico de Córdoba

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